La maldición de apellidarse García
Alan García habría intervenido de manera arbitraria en conformación de IV lista de Ceses Colectivos.
Prima hermana del primer mandatario no fue reincorporada a Petroperú para evitar que lo acusen de beneficiar a sus familiares
Rosa Mercedes Barreda García, de 55 años, viuda y madre de dos jóvenes, pese a cumplir con todos los requisitos para volver a la petrolera estatal, no fue seleccionada por el Comité encargado porque cometió un pequeño error: pedir una cita al ministro de Trabajo Jorge Villasante, quién la atendió después de 8 largas horas de espera. Si no hubiera concertado el encuentro hubiera ingresado casi toda seguridad porque había acreditado que fue despedida de manera arbitraria.
El error de Rosa fue haberle contado su situación al ex ministro aprista, quien a su vez debió haber puesto al tanto a su poderoso primo de su posible reingreso. Es probable que tras una rutinaria reunión del Consejo de Ministros en Palacio murieran las esperanzas de Rosa de encontrar justicia. Sólo por apellidarse García fue despida sin miramientos por superiores que tenían la misión adelgazar el aparato estatal. Y También por apellidarse García no será restituida tras 15 años de injusticias y penurias materiales.
Las draconianas leyes del neoliberalismo fujimorista la lanzaron a la calle a pesar de ser el único sostén para sus tres menores hijos (uno de ellos, el mayor, fue asesinado durante un asalto en 2002). Ella recibió una indemnización por su cese intempestivo, pero no la aceptó de manera voluntaria como algunos de sus colegas, sino obligada por las circunstancias ya que de todas maneras la iban a botar del trabajo. En su despido primó la amenaza de jefes de Recursos Humanos prepotentes que la conminaron a firmar su carta de renuncia. Si no lo hacía se hubiera ido con las manos vacías, es decir, sin la indemnización que le entregaron para darle visos de legalidad a su despido.
Rosa no estaba en condiciones para dejar su cargo de secretaria del Departamento de Contabilidad porque dependía del programa médico que Petroperú ponía a disposición de sus empleados. El seguro la protegía a ella, su anciana madre y sus hijos. En un país donde la atención médica es costosa no podía darse el lujo de renunciar aunque le ofrecieran incentivos.
Ella debió beneficiarse como tantos otros que fueron cesados por el régimen fujimorista sin justificación alguna. Su caso merecía atención de la junta que calificó los expedientes de los despedidos. Tal vez por inseguridad y desesperación acudió al ex ministro de Trabajo pensando que podía asegurarle su reincorporación; pero olvidó que por encima de él estaba su primo presidente, quien seguramente al escuchar que postulaba para ingresar a la IV Lista de Ceses Colectivos decidió borrarla para que ni la prensa ni la oposición lo acusen de favorecer a un familiar.
El jefe de Estado seguramente temía que en los días siguientes la reposición de Rosa se hable de "copamiento aprista" y baje su popularidad en la próxima encuesta. Por una cuestión de imagen el presidente y sus allegados ignoraron sus derechos como quien se deshace un clip o papel arrugado en el tacho de basura.
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