El escritor peruano Mario Vargas Llosa, quien respaldó la candidatura de Piñera, manifestó antes de la segunda vuelta que "la disputa no era entre izquierda y derecha; sino entre la democracia y sus enemigos", en clara referencia a Chávez y su socialismo del siglo XXI. El literato acusó a la Concertación, la gran perdedora tras 20 años en el poder, de ser sumamente tibia en sus críticas a Chávez.
Dos bloques notoriamente opuestos se están formando en el subcontinente: el encabezado por el presidente llanero Hugo Chávez, secundado por los mandarios de Bolivia y Ecuador Evo Morales y Rafael Correa, respectivamente; y el de la Cuenca del Pacífico, integrado por García, Uribe y el recientemente electo Piñera.
La victoria de este último se debió principalmente a la exigencia de cambio del electorado sureño. Pero no un cambio de modelo o sistema -muy exitoso en Chile, por cierto-, sino de caras o pesonalidades. Algo que la Concertación saliente no supo entender en su momento. De haberse renovado políticamente, con Marco Enríquez Ominami como aspirante a la presidencia, quien a la postre postuló y formó un movimiento independiente, la suerte de los socialdemócratas y democratacristianos de la Concertación probablemente hubiera sido distinta.
En materia económica no se preveen grandes correcciones ya que, bajo la batuta de la Concertación, el modelo ha creado empleo, riqueza y generado estabilidad. Si hay ajustes, éstos serán en el plano laboral, donde Piñera seguramente flexibilizara el mercado de trabajo para facilitar la contratación y el despido de trabajadores. Esta reforma mejorará los resultados del sector empresarial, del que proviene el multimillonario Piñera. En lo social la Coalición por el Cambio seguramente mantendrá las ayudas públicas (subsidios) que sirvieron para contener las demadas sociales.
En el campo de la política internacional, en cambio, se anuncian modificaciones importantes pues Piñera atacará frontalmente a Chávez, como se dijo más adelante, y suspenderá las negociaciones que la Concertación mantiene con Bolivia, exploratorias para que el país altiplánico logre una salida soberana al mar, aun cuando la Concertación nunca expresó que la agenda de trece puntos con su vecino tuviera ese objetivo (si se iniciaron fue para alimentar las expectativas bolivianas y desvincular a Bolivia del Perú).
Una vez canceladas las tratativas con La Paz, Perú resultará beneficiado pues aumentará la posibilidad de sacar el gas boliviano por puertos peruanos, así como muchas de sus exportaciones. Piñera no cederá nada a Bolivia (no le devolvera Antofagasta) pues sólo prometió mantener abiertos los puertos chilenos al comercio boliviano.
Durante el mandato de Piñera es probable que el diferendo marítimo en la Corte Internacional de Justicia de La Haya llegue a definirse. Sea cual sea el resultado el empresario ha declarado más de una vez que respetará el fallo; pero habrá que ver qué tan dispuesto estará a cumplirlo cuando arrecien las presiones de las Fuerzas Armadas y los sectores más nacionalistas.
Por lo pronto, el desafío para Piñera será mayúsculo porque ofreció mucho (un millón de empleos y modernizar el Estado) y la Concertación le ha dejado la valla muy alta (Chile acaba de ingresar a la OCDE, a la que pertenecen las naciones más desarrolladas del planeta). Si Piñera conduce a la derecha al centro (si la convierte en una derecha socialemente responsable) y gobierna aceptablemente, es probable que cambie la percepción de ésta no solo en Chile, sino en el resto del continente. Chile siempre ha sido experimento de nuevas políticas, sobre todo foráneas, y en esta oportunidad la derecha aprovechará su triunfo para remozarse y desligarse de su sangriento y oscuro pasado.
Por César Reyna
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