Tras la euforia que desató el triunfo del primer afroamericano en llegar a la Casa Blanca, sobre todo en el extranjero, donde la popularidad de Obama supera a la doméstica, ha llegado el momento de hacer un balance de su presidencia, la cual no ha estado alejada de los desaciertos ni de los sinsabores de la derrota
---------------------------------------------------------------------------------------
La grave crisis económica, la guerra contra el terrorismo islámico, el plan de estímulo fiscal para revitalizar la economía, las cuantiosas inyecciones de capital en la banca, las jugosas bonificaciones recibidas en Wall Street, la polémica reforma sanitaria, el cuestionado recibimiento del Premio Nobel de la Paz, el fracaso de la Cumbre de Copenhague sobre cambio climático, el terremoto en Haití y la reforma del sistema financiero han sido -y serán- los principales desafíos que enfrente el líder demócrata hasta el fin de su mandato.
En los siguientes tres años Obama deberá capear el temporal de críticas en materia económica pues se le acusa de no hacer lo suficiente para sacar a su país de la recesión. Si bien la tasa de destrucción de empleos ha disminuido en los últimos meses, la cifra de desempleo todavía se ubica por encima del 10%, una cifra muy alta para la primera potencia mundial. En el sector de la vivienda, uno de los responsables de la crisis, aún no se ven visos de recuperación (el mercado espera que los precios de los inmuebles sigan cayendo).
El paquete de estímulo fiscal aprobado por el Congreso (787.000 millones de dólares) no ha sido implementado por trabas burocráticas (miles de millones iban a ser destinados a mejorar la infraestructura de Estados Unidos). Esto no ha permitido la reactivación de la construcción, uno de los segmentos más golpeados por la contracción económica y la restricción de crédito (la caída de la economía obliga a los bancos a congelar los préstamos porque dudan de la capacidad de pago de sus clientes en un entorno recesivo).
La lucha contra el radicalismo musulmán sigue sin una estrategia definida desde los atentados del 11-S, sobre todo en el caso de Afaganistán, donde la resistencia de Al Qaeda y los talibanes se ha incrementado. La respuesta de la Administración Obama ha consistido en el aumento de tropas (30 mil efectivos) para ampliar las operaciones de búsqueda de terroristas. La difícil geografía del país (terrero escarpado y agreste) y la permeabilidad de la frontera con Pakistán, donde los fundamentalistas planean sus atentados y se esconden, se presentan como dos problemas aparentemente infranqueables.
Desde la ocupación los normearicanos y sus aliados de la OTAN han sufrido numerosas emboscadas y atentados suicidas (hasta la fecha se registran más de 900 decesos). Los soldados occidentales han evitado los enfrentamientos directos para concentrarse en la formación de una fuerza afgana, la cual deberá hacerse cargo de la seguridad a partir de julio de 2011 cuando empiece la retirada de tropas anunciada por Obama. En lugar de patrullar grandes zonas donde los militares estadounidenses se sienten vulnerables, el comando optó por desplegar flotillas de aviones no tripulados, los que están equipados con sensores, cámaras de alta resolución y misiles. Estas naves operan esencialemnte de noche y han sido responsables de la mayor cantidad de bajas en el bando talibán.
El hecho que puso de cabeza a los servicios de seguridad fue el frustrado atentado contra un avión comercial en Detroit. Si bien el terrorista fue neutralizado por pasajeros de un vuelo de Delta Airlines proveniente de Amsterdam, las medidas tomadas para garantizar la seguridad de los aeropuertos han resultado ser insuficientes. La alarma revivió los temores del fatídico 11-S, el día que los estadounidenses se sintieron más desprotegidos (el tercer gran atentado desde el incendio del Capitolio por parte de los ingleses en 1814 y la infamia de Pearl Harbor en 1941). En respuesta, EE.UU. ha redoblado los controles a los visitantes de una serie de países, la mayoría de estos islámicos, donde hay actividad de grupos terroristas, y ha exigido la instalación de escáneres corporales en cientos de terminales aéreos.
El otorgamiento del Premio Nobel de la Paz despertó muchas suspicacias en el mundo pues Obama había hecho poco para merecerlo. Lo que hizo hasta ese momento para gozar de la preferencia de la Academia Sueca fue ordenar el cierre de Guantánamo, el que todavía no se ha hecho efectivo, suspender los procesos contra los detenidos y anunciar el retiro de tropas estadounidenses de Iraq a finales de 2011 (en la actualidad hay más de 130.000 militares). Quienes cuestionan el premio alegan que Estados Unidos realiza asesinatos selectivos, principalmente entre Pakistán y Afganistán (a cargo de naves no tripuladas o embarcaciones de la marina). Muchos civiles ha sido asesinados a consecuencia de operaciones de inteligencia de ese tipo. Lo que se cuestiona es que EE.UU esté dispuesto a aceptar bajas colaterales (la muerte de civiles) si el objetivo lo justifica, en este caso, la eliminación de mandos terroristas.
En el terreno doméstico las cosas son más complicadas pues la reforma de salud (a un costo de 975.000 millones en diez años), el gran proyecto de Obama, parece peligrar pues los republicanos acaban de ganar en Massachusetts. Luego de la muerte del senador Ted Kennedy, patriarca del Partido Demócrata, quien ocupó el escaño de manera ininterrumpida desde 1962, los republicanos amenazan con boicotear la reforma del sistema sanitario, ofrecida durante la pasada campaña presidencial para dar cobertura a 48 millones de norteamericanos sin seguro. La victoria del GOP (Grand Old Party) le permite alcanzar 41 votos en el Senado, cruciales para aplicar la táctica del filibusterismo, que consiste en obstaculizar las iniciativas legistativas de los demócratas. De ahora en adelante ningún proyecto de ley puede ser enviado al pleno de la Cámara Alta para su discusión aunque haya sido aprodada en comisión.
El revés electoral en el otrora bastión demócrata, el que muchos analistas interpretan como un referéndum sobre las políticas del presidente, revela lo que acontece en el resto del país pues el 53% se opone al plan médico de Obama. Tres son las razones que explican el rechazo: 1) la subida de impuestos para financiar el gasto en salud; 2) el aumento del déficit público (de la abultada deuda federal); y 3) el 85% de la población ya disfruta de algún tipo de cobertura. Podría pensarse que los norteamericanos son poco solidarios con los que no tienen seguro médico, pero sus preocupaciones inmediatas pasan por conseguir empleo.
Los resultados de la Cumbre de Conpenhague desalentaron a la opinión pública mundial pues las grandes potencias no llegaron a un acuerdo general sobre la reducción de emisiones de CO2. El acuerdo entre Estados Unidos, China, Brasil, India y Suráfrica obliga a los firmantes a monitorear, fiscalizar y disminuir las emisiones de gases contaminantes en la medida de sus posibilidades. A nivel internacional Obama se anotó un triunfo al comprometer a China en materia ambiental ya que la potencia asiática se resistía a controlar sus emanaciones.
En cuanto a las jugosas bonificaciones que reciben los banqueros y la controvertida reforma del sistema financiero, hay que decir que Obama está tomando muy en serio el asunto. Muchos pensaban que Obama no sería capaz de enfrentarse a los mandamases de Wall Street, pero acaba de proponer una serie de medidas, causando la caída de las plazas bursátiles (el índice Dow Jones perdió cerca de 5%). Obama no duda en culpar a los bancos de la debacle de la economía, la segunda más grave detrás de la Gran Depresión (1929-1934), por ello presentó varias iniciativas destinadas a restringir las operaciones especulativas y limitar el tamaño de las entidades.
El proyecto regulatorio de Obama pretende evitar que las firmas de Wall Street se beneficien de manera injusta de los privilegios especiales que tuvieron el año pasado (de las masivas inyecciones de fondos del Tesoro y las bajas tasas de interés de la Reserva Federal). La Casa Blanca quiere prohibir que los bancos especulen en mercados por cuenta propia (property trading) o que sean propietarios o participen en fondos especulativos (hedge funds) o firmas de capital de riesgo (private equity). La Administración Obama, asesorada por Paul Volcker, ex presidente de la FED, desea recuperar la aprobación del ciudadano puesto que éste no vio con buenos ojos que los responsables de la crisis se embolsaran millones de dólares en medio de la crisis.
Obama quiere evitar que bancos como el Citibank, Bank of America, Wells Fargo y JP Morgan Chase traspasen dinero de las carteras de depósito para utilizarlo en sus operaciones de riesgo. La incipiente reforma podría obligar a varios bancos de inversión a escindirse si quieren mantener sus negocios más rentables. Si no lo hacen, tendrán que elegir entre ser un banco o hacer trading por cuenta propia (especular con dinero propio, prestado o de sus inversionistas). La propuesta, aunque sin ser tan drástica, recoge el espíritu de la Ley Steagall-Glass, que tras la Gran Depresión obligó a separar la banca comercial de la de inversión.
Por si fuera poco, la Casa Blanca frenará el proceso de consolidación que vive el sector para evitar la concentración del riesgo en el excesivo crecimiento de una entidad. En otras palabras, Obama quiere prevenir que un pequeño y poderoso grupo de bancos reduzca la competencia. En la actualidad, las normas impiden que una firma posea más del 10% de los depósitos garantizados del sistema, pero ahora los límites afectarán también a los depósitos no asegurados y otros activos.
Finalmente, el desastre ocurrido en Haití, antigua colonia francesa, ha generado polémica en diversas partes del globo por la presencia de 15.000 soldados norteamericanos y un portaaviones, en lugar de mayor asistencia humanitaria. La ocupación del extremo occidental de la isla 'La Española', bautizada con ese nombre por Cristobal Colón, produce la sensación de que Haití se convertirá en un protectorado estadounidense. Por ese motivo la Unión Europea no ha podido enviar alimentos en grandes cantidades porque los norteamericanos controlan el aeropuerto de Port-au-Prince, la capital haitiana.
El presidente estadounidense prometió que no dejara solo al pueblo haitiano y garantizó la residencia de indocumentados caribeños para sigan enviando remesas a su país, equivalentes al 40% del PBI. También anunció el desembolso de 100 millones de dólares para financiar tareas de reconstrucción. Se esperan mayores esfuerzos de EE.UU. y de la comunidad internacional pues Haití requiere un plan integral para dejar de ser un estado fallido. Por lo pronto resulta saludable el programa de reconstrucción impulsado por el FMI que consiste en reparar la infraesctructura dañada pues impulsará el empleo.
0 comentarios:
Publicar un comentario